El hombre sabor a ébano me duele
Se conmisera en mi pena y me mira
Toma sus zapatos arrugados por el sol
Y me pide que camine con él,
Que no lo ignore.
Has sembrado una muralla, me dice
Por la que ni la rendija de mis ojos se filtra.
Acércate a mí, solo dame la mano
Enciende tu corazón y cede a la pasión
Y cuéntame de esas noches que no cesan de pasar,
De tus noches aterradas por el fiero frio que te cubre y trasciende
Frio que te entiesa,
Frio que espanta las peores bestias.
No me temas me dice,
Mis carnes son tostadas por el sol,
Mis ojos son toda mi luz
Pero mi alma no tiene color
Dame la mano, -me vuelve a decir-
Prometo no apretar tus hebras
Hasta dejarlas sin suspiro
Prometo hacer bailar tus células y ponerlas a pique
Aguantarlas dentro de mí
Hasta que liberes tu calor
Y retires tu muralla.
Hazte a un costado mío
Siente mis labios en espera de tu tibio aire
Rózame los pies con tus fríos dedos
Y veras que mi calor se vuelve intenso
Y que vas entrando en mi
Y que somos solo uno…
No hay comentarios:
Publicar un comentario